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x Juan Manuel príncipe de Villena
x Juan Manuel príncipe de Villena
Sosa :1
Príncipe de Villena, Duque de Villena, Señor de Villena, de Alarcón, de Escalona, de Peñafiel, de Cartagena and de Lorca

  • Born May 5, 1282 (Tuesday) - Escalona, Toledo, España
  • Baptized June 24, 1282 (Wednesday) - Escalona, Toledo, España
  • Deceased June 13, 1348 (Thursday) - Córdoba, España,aged 66 years old
  • Buried - Convento de Predicadores, Peñafiel, Valladolid, España
  • Mayordomo Mayor de Fernando IV el emplazado. Adelantado Mayor del Reino de Murcia y de la Frontera de Andalucía
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 Parents

 
  • Alférez del Rey (1258-1277) y Mayordomo Mayor de su hermano el Rey don Alfonso X (1279-1282)
    Adelantado Mayor de la Frontera del Reino de Murcia
  •  Spouses and children

     Siblings

     Half-siblings

    On the side of sosa x Manuel infante de Castilla, Infante de Castilla y León, Señor de Villena, de Escalona, de Peñafiel, de Elche, de Santa Olalla, de Ágreda, de Roa, de Cuellar, de Chinchilla, de Aspe and de Beas, born in 1234 - Carrión de los Condes, Palencia, España, deceased June 25, 1283 (Friday) - Peñafiel, Valladolid, España aged 49 years old, buried - Altar mayor del Monasterio de Uclés, Cuenca, España,
    Alférez del Rey (1258-1277) y Mayordomo Mayor de su hermano el Rey don Alfonso X (1279-1282)
    Adelantado Mayor de la Frontera del Reino de Murcia

     Paternal grand-parents, uncles and aunts

     Maternal grand-parents, uncles and aunts

     Relationships

     Notes

    Individual Note

    Biografía de Don Juan Manuel en el diccionario de Biografías de la Real Academia de la Historia

    Juan Manuel, Don. Escalona (Toledo), 5.V.1282 – ?, c. 1348. Regente, escritor, adelantado mayor.

    Único hijo del infante Pedro Manuel y de Beatriz de Saboya, don Juan Manuel se convirtió en el noble más poderoso de su tiempo y en el creador de la prosa literaria en castellano. Estaba directamente emparentado con las familias que ocuparon el trono de Castilla durante varios siglos, ya que era nieto de Fernando III, hijo del infante don Manuel, sobrino de Alfonso X, primo de Sancho IV, tío de Fernando IV, tutor de Alfonso XI y padre de la que, por poco, pudo llamarse reina de Castilla, pero, pese a ello, no se le debe aplicar el título de infante, reservado para los hijos de los reyes. Muy pronto heredó de su padre, hijo de Fernando III y hermano menor de Alfonso X, diversas posesiones, ya que quedó huérfano cuando sólo tenía dieciocho meses. Sus territorios se localizaban en el sudeste peninsular en una posición estratégica entre Castilla, Granada y Aragón, lo que explicará sus relaciones con los tres reyes. Poco después, moría también su tío, Alfonso X, cuyos últimos años habían estado envueltos en una polémica sucesoria que tardó años en apagarse. La muerte del primogénito, Fernando de la Cerda, había creado un complicado problema. De acuerdo con lo que se lee en la Segunda partida, XV, II, parecen plenamente legítimas las aspiraciones al trono de los llamados infantes de la Cerda: “Si el fijo mayor muriesse, ante que heredasse, si dexasse fijo o fija, que oviesse de su muger legítima, que aquel, o aquella lo oviesse, e non otro ninguno”.

    Sin embargo, este código, o más bien tratado político, no había entrado públicamente en vigor, lo que justificaba las pretensiones del segundogénito, el infante Sancho, avaladas por las vacilaciones de última hora del Rey Sabio.

    Su padre, don Manuel, apoyó a su sobrino Sancho en sus aspiraciones al trono. Esto explica la estrecha vinculación que mantuvo éste, ya convertido en Sancho IV, con el joven don Juan Manuel, de quien era primo, padrino y, además, tutor cuando quedó huérfano.

    Nada más nacer, le regaló Peñafiel, una de las posesiones que más estimó luego en vida y que se convirtió en refugio en sus años más amargos, después le confirmó en el cargo heredado del Adelantamiento del reino de Murcia, y finalmente le buscó un matrimonio ventajoso. La muerte de Sancho IV en 1295, cuando don Juan Manuel tenía doce años, supuso no sólo la desaparición de su protector, sino también el final de sus cordiales relaciones con la Monarquía castellana.

    En la última etapa de su vida, cerca ya de la cincuentena, literaturizará en el Libro de las armas una larga conversación con el Rey moribundo.

    Los disturbios dinásticos que se arrastraban desde la muerte de Alfonso X se reavivaron al morir Sancho IV, dejando como sucesor a un recién nacido, el futuro Fernando IV, y como regente a María de Molina, su esposa y madre del niño. A ello se sumaban las dudas acerca de la legitimidad del heredero, porque sus padres, que eran primos, se habían casado sin contar con la autorización papal. Finalmente, llegó la dispensa, pero ya los infantes don Enrique y don Juan habían insistido en su ilegitimidad. En 1296, Jaime II de Aragón, partidario de los infantes de la Cerda, entró en Murcia; los ayos de don Juan Manuel lograron una tregua, cuando ya atacaba Elche, que duró hasta 1300. Posiblemente, ello le sirvió al joven don Juan Manuel para calibrar la importancia de la Corona de Aragón y, para contrarrestar esta situación, quiso reforzar su posición buscando su apoyo. Sus dos primeros matrimonios se orientaron en esa dirección: en 1299 casó con Isabel, infanta de Mallorca, de la que quedó viudo en diciembre de 1301; y poco después, para afianzar sus alianzas con el rey de Aragón, le pidió por esposa a su hija doña Constanza. De esta manera, Jaime II se comprometía a defenderle contra el rey castellano, lo que indignó a Fernando IV, que hasta quiso matarlo. En 1304 se acordaron las paces entre Castilla y Aragón con la rúbrica del Tratado de Ágreda, por el que Alfonso de la Cerda renunció al trono; Elche se quedó para Aragón y don Juan Manuel cambió Alarcón por Cartagena y por la posesión de Villena. Dos años más tarde, firmó las capitulaciones matrimoniales con Constanza, de seis años de edad, con la promesa de ponerle en el Alcázar de Villena y no consumar el matrimonio hasta que ella cumpliera los doce años. Las paces entre castellanos y aragoneses animaron la reanudación de la reconquista.

    En 1309 se celebraron las vistas de Ariza entre Fernando IV y Jaime II, con la asistencia también de don Juan Manuel, donde se decidió una nueva campaña granadina. Sin embargo, los recelos entre los integrantes del ejército cristiano la convirtieron en un fracaso. El propio don Juan Manuel, apoyado en su primo el infante don Juan, abandonó la lucha a principios de 1310, en parte por rencillas contra ambos monarcas y en parte por su escaso protagonismo en el campo de batalla. Fernando IV firmó la paz con el rey granadino, mientras ambos nobles se refugiaban en sus plazas. En marzo de 1311 Fernando IV, por instigación de María de Molina, perdonó a los vasallos rebeldes, les confirmó sus derechos y dominios y le concedió a don Juan Manuel la mayordomía del reino.

    La situación se hizo más confusa a la muerte del joven Fernando IV el 7 de septiembre de 1312, al quedar como heredero un niño de un año, el futuro Alfonso XI. Hasta 1325, fecha en la que asumió el poder Alfonso XI con catorce años, transcurrió uno de los períodos más desastrosos en la historia política de Castilla. La reina madre María de Molina promovió una tutoría compartida, en la que participó ella misma junto con el infante don Juan y el infante don Pedro. Jaime II recomendó a don Juan Manuel que apoyara a su cuñado don Pedro, casado con doña María, hija del rey de Aragón, pero pronto se vio engañado por falsas promesas. Los tutores regios le quitaron el Adelantamiento de Murcia, argumentando que los murcianos no le querían, y nombraron a Diego Lope de Haro para sustituirle. Las relaciones entre ambos llegaron a tal punto que don Juan Manuel declaró en 1314 la guerra al regente, hasta que don Pedro se vio obligado al año siguiente a devolverle a su cuñado el Adelantamiento. Sin embargo, en 1317 todavía no había podido entrar en Murcia y debía ejercer sus funciones por medio de su vasallo Alfonso Fernández de Luna. En 1318, aprovechando un corto período de paz, los regentes decidieron reanudar la campaña granadina. Los inicios fueron triunfales, con la ocupación del castillo de Tiscar; sin embargo, en 1319, una incomprensible derrota supuso la muerte de ambos tutores. El moro Ozmín atacó la retaguardia, donde se encontraba el infante don Juan, quien murió de apoplejía, mientras, don Pedro, viéndose aislado y con su ejército huyendo en desbandada, sufrió otro ataque muy similar al de su tío. Don Juan Manuel, quien no había participado en la lucha por las treguas que Murcia tenía firmadas con el reino de Guadix, se encontró en primera fila y con la posibilidad de controlar el reino. Para ello, recorrió diversas ciudades en busca de apoyos y mandó asesinar a Diego García, ya que éste había logrado que los toledanos no le reconocieran como tutor. Todos sus esfuerzos dieron resultado. En 1320 consiguió, con María de Molina y su hijo don Felipe, ejercer la autoridad individualmente por áreas y, a la muerte de la Reina, continuó en una tutoría triple (con el infante don Felipe y don Juan el Tuerto, hijo del fallecido infante don Juan, nieto de Alfonso X y llamado así por su cuerpo torcido) hasta 1325. Durante los años de la minoría regia, las disputas nobiliarias llegaron a tal extremo que el papa Juan XXII hubo de enviar como mediador al cardenal de Santa Sabina.

    En este momento, cerca de la cuarentena, se sitúa el inicio de su actividad literaria. Pese a los numerosos conflictos que afrontó, en los que llegó a temer por su vida, contó con un control sobre el poder que perdió cuando el Monarca asumió al trono, lo que quizá explique su afán por emprender una tarea intelectual que le permitiera asimilarse a la Monarquía.

    Don Juan Manuel fue el primer escritor peninsular con tan clara conciencia de autoría, que enumera en un “Prólogo general” una lista con “todos los libros que yo fasta aquí he fechos, et son doze”. El que sea el propio autor quien facilite la lista de sus obras no elimina problemas. Por un lado, algunos de los libros mencionados no han llegado hasta hoy. Por otra parte, esta relación mantiene algunas diferencias con otra similar que figura en el mismo códice (Biblioteca Nacional de Madrid, ms. S, 6.376), pero en otro prólogo copiado al inicio de El conde Lucanor y al que se le suele llamar “Anteprólogo”. El cotejo entre ambas permite identificar las obras conservadas de don Juan Manuel y conocer, al menos, los títulos de aquellas que se dan por perdidas. Siguiendo el orden en el que se mencionan en el “Prólogo general”, las conservadas son las siguientes: 1) “El primero tracta de la razón por que fueron dadas al infante don Manuel, mio padre, estas armas [...]”, alusión al Libro de las armas, también llamado por la crítica, con mayor propiedad, Libro de las tres razones; 2) “Et el otro, de castigos et de consejos que do a mi fijo don Ferrando [...]”, que se identifica con el Libro infinido; 3) “El otro libro es de los stados”, llamado Libro del infante o Libro de los estados, ya que ambos nombres figuran al inicio de la obra; 4) “Et el otro es el libro del cauallero et del escudero”; 5) “Et el otro, de la cronica abreuiada”; 6) “Et el otro, el libro de la caça”. A esta lista hay que añadir otras dos obras conservadas: 7) Libro del conde Lucanor, posiblemente olvidado, ya que, aunque anuncia doce, sólo incluye once libros; 8) Tractado de la Asunción de la Virgen María, cuya ausencia se justificaría por ser la última obra escrita por el autor.

    Por el contrario, otras obras mencionadas se han perdido, aunque los esfuerzos de la crítica se han centrado en identificarlas y en averiguar algo de su contenido.

    El Libro de la caballería aparece citado en los dos prólogos y dentro del Libro de la Caza y, a su vez, extractado en los capítulos LXVII, LXXXVI y XCI del Libro de los estados. Con estos datos, se ha supuesto que se trataría de un resumen de la segunda Partida de Alfonso X. La Crónica complida fue identificada en el siglo pasado con un Cronicón latino, hipótesis hoy rechazada. Es posible también que se trate sólo de una lectura equivocada, y haya que suponer “Crónica abreuiada de la Crónica complida”, lo que llevaría a reducir el número de obras perdidas. El Libro de los engeños (o “ingenios”), también desaparecido, podría tratar de las máquinas de guerra, tema que interesaba a don Juan Manuel, como se deduce de la lectura del Libro de los estados (capítulo LXXVIII). El Libro de las cantigas quizá sea el mismo al que en el “Anteprólogo” llama Libro de los cantares. Aunque por el título pudiera pensarse en un libro de poemas, la crítica lo identifica con unos breves resúmenes de las Cantigas de Alfonso X, opinión avalada por estudios lingüísticos y estilísticos; estas prosificaciones en castellano sólo figuran en uno de los códices, el escurialense, y abarcan los veinticinco primeros poemas. Nada se sabe de las Reglas cómmo se deve trobar, y en cuanto al Libro de los sabios, sólo mencionado en el “Anteprólogo”, las hipótesis son discordantes. Podría identificarse con el Libro infinido o, incluso, tratarse de una alusión a las partes II, III y IV de El conde Lucanor.

    Las diferentes listas no sólo divergen en el contenido, sino también en el orden de presentación, pero ninguna de ellas parece atenerse a una rigurosa cronología.

    En el “Prólogo general” recuerda primero las obras que atañen a su familia (1 y 2), para continuar con aquellas que afectan a la educación del joven caballero, aunque el tiempo de la escritura fuera muy distinto. Gracias, sin embargo, a referencias internas ha sido posible reconstruir la datación de algunas de ellas. De ese modo es perceptible una clara evolución en don Juan Manuel, que ha llevado a establecer una distinción en dos etapas claramente separadas: La primera duraría hasta 1326 y se caracterizaría por su proximidad con la obra de Alfonso X. Corresponden a ella, entre las obras conservadas, la Crónica abreviada y parte del prólogo de Libro de la caza. Pero pertenecerían posiblemente también a este período el Libro de la caballería y el Libro de las cantigas (quizá también el Libro de los engeños).

    La segunda comenzaría a partir de 1327, año en que don Juan Manuel se centró en la educación del joven noble y en los problemas éticos, y perfiló su propia forma de escribir. El Libro del caballero y del escudero, el Libro de los estados, El conde Lucanor, el Libro infinido, el Libro de las armas y el Tratado de la Asunción marcan esta plenitud.

    Sus tres primeras obras, la Crónica abreviada, el perdido Libro de la caballería y el Libro de la caza, están unidas por varios nexos. La historia de España, la caballería y la caza eran materias básicas para la educación de los jóvenes vástagos de la nobleza, pero, a su vez, habían sido preocupaciones de su tío Alfonso X, a cuya sombra inició don Juan Manuel su labor literaria.

    La primera es un resumen de una Crónica de España compuesta por Alfonso X, que mandó abreviar con el fin de aprenderla y retenerla mejor, es decir, prioritariamente “para sí”, aunque no se descarte la existencia de otros lectores. La obra debió de concluirse antes de agosto de 1325, cuando dejó de ser “tutor del muy alto e muy noble señor rey don Alfonso”, como se denomina en el prólogo. El Libro de la caza, aunque resulte más innovador, se sitúa desde el prólogo en la misma línea continuadora de la labor alfonsí, a la que también se podrían adscribir otras obras perdidas. Aunque la ausencia de alguno de estos testimonios obliga a ser muy cautos; sin embargo, a tenor de los conservados, se percibe un claro contraste con la producción manuelina posterior.

    La mayoría de edad de Alfonso XI le supuso una considerable merma de poder que intentó evitar por todos los medios. El nuevo Rey renunció a los tutores y eligió como consejeros a Garci Lasso de la Vega, Álvar Núñez Osorio y a don Yusaf, judío, todos ellos enemigos de don Juan Manuel y de Juan el Tuerto.

    Los dos primeros citados posiblemente habían sido los encargados de tenderle la trampa mortal de Villaóñez en 1322. Para contrarrestar esa situación, don Juan Manuel arregló el matrimonio de su hija Constanza Manuel con Juan el Tuerto. Pero el joven Rey, temiendo por esta unión, solicitó a la hija de don Juan Manuel en matrimonio. El enlace se sancionó en las Cortes de Valladolid y, si no se llevó a cabo, fue porque el Papa debía conceder una licencia especial. Era el momento de mayor gloria de don Juan Manuel, incluso situado en la frontera con el cargo de adelantado mayor, obtuvo su más famosa victoria militar al derrotar en 1326 al caudillo árabe Ozmín. Sin embargo, la fortuna resultó fugaz.

    A partir de 1326 o 1327, don Juan Manuel utilizó sus obras para transmitir a los jóvenes su concepción de una sociedad tradicional y estática, con la intención de que así se perpetuara el sistema social; también con ellas creó un espacio literario en el que “don Johán” se convertiría en una autoridad incuestionable.

    Desde el prólogo al Libro del caballero y del escudero, don Juan Manuel se presenta como “adelantado mayor de la frontera et del reino de Murcia” y señala que el libro fue comenzado “seyendo en Sevilla” y concluido “después que me partí dende”, por lo que puede situarse su escritura entre marzo y diciembre de 1326. El uso de la primera persona parece anunciar ya su renuncia a ser sólo un abreviador de las obras del escritorio regio. En esos momentos, don Juan Manuel comenzó, posiblemente con algunas dudas, a buscar refugio en la escritura. La muerte a traición de don Juan el Tuerto fue el detonante que enturbió las relaciones con el Rey, ya que don Juan Manuel le culpó de estar detrás de la trama asesina.

    Como consecuencia de ello, Alfonso XI deshizo su compromiso matrimonial con Constanza y en 1327 la encerró en el castillo de Toro. La reacción del padre ante esta afrenta no se hizo esperar: don Juan Manuel se desnaturalizó del Rey y le declaró la guerra buscando el apoyo del rey de Granada y de su amigo don Jaime de Xérica. Éstos fueron los peores años de don Juan Manuel, en los que, incluso, a tenor de lo que dicen las crónicas, llegó a temer por su vida. Es difícil no ver una conexión entre estos graves sucesos y su labor literaria, que terminó siendo una vía para la reafirmación personal. Es el “doloroso et triste tiempo” en que escribió el Libro de los estados, según cuenta en el prólogo, cuya composición se puede fijar, por ciertos datos internos, entre 1327 y 1332. El núcleo de la obra se centra en las conversaciones entre un clérigo sabio y un infante, al que el maestro trata de explicarle cómo alcanzar la salvación sin renunciar a su condición social. Don Juan Manuel demuestra así lo que él hubiera podido hacer como protector de Alfonso XI. Sin embargo, la realidad es muy diferente a la ficción. La guerra entre el Monarca y su vasallo se prolongó hasta 1330, pero aunque firmaron la paz, don Juan Manuel volvió a desnaturalizarse en 1336, creyendo contar con el apoyo de los magnates castellanos y de los reyes de Aragón y Portugal. En realidad, le fallaron y la paz que firmó al año siguiente, el llamado Pacto de Madrid, que fue más bien una claudicación.

    En estos años de gran tensión con el Rey, escribiría también su obra maestra, El conde Lucanor, finalizada en 1335, y comenzaría el Libro infinido, con consejos para su hijo don Fernando, aunque la obra se concluyó después del Libro de los Estados y de El conde Lucanor, ambas citadas en su interior, cuando don Juan Manuel contaba ya más de cincuenta años.

    Esta última se editó dividida en cinco partes, reagrupadas a su vez en tres libros: “Libro de los ejemplos”, con cincuenta narraciones didácticas; “Libro de los proverbios”, con tres apartados que constan de unos cien, cincuenta y treinta proverbios respectivamente, y un breve “Tratado doctrinal”. Sin embargo, de los cinco manuscritos que la transmiten, sólo dos contienen la obra completa; otros tres únicamente reproducen el primer libro, al igual que hizo Argote de Molina en 1575. Este hecho, al margen de ser un dato importante para estudiar la recepción, puede indicar que, en un primer momento, se compusiera la primera parte y de ella derivaran algunas copias, hasta que en 1335, fecha del colofón, pudo completarse el resto. La unidad del conjunto viene reforzada por la presencia continuada de dos personajes, un gran señor, llamado conde Lucanor, y su consejero Patronio, por unas similares técnicas compositivas y por unos mismos principios didácticos. La obra se estructura buscando el progresivo oscurecimiento del discurso para aumentar el aprovechamiento del lector y jugando con la distribución de su contenido de acuerdo con la composición numérica. Desde los prólogos se reiteran, en términos análogos, los objetivos didácticos: ayudar al “saluamiento de las almas et aprouechamiento de sus cuerpos et mantenimiento de sus onras et de sus estados”. Este doble propósito, atender a los cuerpos y a las almas, vertebra sus cinco partes y es un reflejo tanto de la variedad del público receptor como de las preocupaciones estamentales de su autor. Pese a que ahora no se limitaba a escribir para jóvenes nobles, el libro también encierra un manual centrado en la figura del consejero y en el valor que los consejos deben tener en sí mismos.

    Ya cerca del eclipse político, aún participó en algunas campañas militares, como la batalla del Salado y el cerco de Algeciras (1343-1344), y en 1340 consiguió que su hija Constanza se casase con el infante don Pedro, heredero al trono de Portugal. En los años posteriores a la batalla del Salado (1340) y cuando estaba ya alejado de la Corte, escribiría el Libro de las armas, claro ejemplo de literatura linajística, y el breve Tratado de la Asunción, especie de discurso- sermón sobre asuntos teológicos, con los que se cierra su producción. El primero, redactado posiblemente entre 1337 y 1342, es un claro testimonio del mesianismo familiar de don Juan Manuel, en el que, a partir de una combinación de datos históricos y tradición oral, exaltaba el linaje de los manueles y menospreciaba la descendencia casi maldita del rey don Sancho. El segundo es un breve tratado teológico, dedicado a probar la presencia de la Virgen en cuerpo y alma en el Paraíso. A la elección del tema no serían ajenos los dominicos, Orden con la que don Juan Manuel había mantenido siempre una estrecha relación. Pese a que en otras obras había expuesto de forma clara y sencilla ciertos temas religiosos, ésta es la única ocasión en la que escribió un breve tratado, íntegramente dedicado al desarrollo de unos argumentos teológicos.

    Salvo la Crónica abreviada, las restantes obras de don Juan Manuel han llegado en un solo manuscrito. Sin embargo, de El conde Lucanor se conocen cinco, más la edición preparada por Argote de Molina, y publicada en Sevilla en 1575. Ello da claro indicio de que sólo una obra de don Juan Manuel disfrutó de gran popularidad, como lo confirman otros testimonios, que hablan de copias manuscritas y de un amplio círculo de lectores. La reina doña María, esposa de Alfonso V el Magnánimo, le pidió a Fernán López de Stúñiga un Lucanor y la misma obra figura en los inventarios de la reina Isabel la Católica. Sin embargo, su difusión no quedaría limitada a los ámbitos cortesanos. Según una curiosa querella religiosa, hacia 1485 los cristianos viejos se quejaron de que otros monjes leen a Boccaccio y el Lucanor. Otras copias manuscritas circularían entre los monjes del monasterio jerónimo de Guadalupe y entre los benedictinos de San Pedro de Arlanza. La gran popularidad de El conde Lucanor en los Siglos de Oro vino de la mano de la edición de Argote. La aparición del impreso sirvió a varios creadores, como Cervantes, Lope de Vega o Tirso de Molina, de fuente de inspiración para sus propias obras, e incluso Baltasar Gracián, pese a que cite, sobre todo, los cuentos, se habría servido más de los proverbios.

    Don Juan Manuel legó a sus herederos un extenso patrimonio que se agrupaba en cuatro áreas geográficas: 1. Castilla la Vieja: Burgos (Ameyugo, Villafranca, Lerma, Lara y Aza); Valladolid (Torrelobatón y Peñafiel) y Segovia (Cuéllar). 2. Castilla la Nueva: Guadalajara (Galbe de Sorbe, Palazuelos, Ledanca, Cifuentes, Val de San García, Trillo, Brihuega, Salmerón y Alcocer); Toledo (Escalona, Maqueda y Santaolalla); Cuenca (Castejón, Torralba, Buendía, puerto Camdaljub, Villar del Saz, Huete, Montalvo, Zafra del Záncara, La Hinojosa, Puebla de Almenara, Castillo de Garcimuñoz, Alarcón, Belmonte, El Cañavate, Iniesta, El Provencio). 3. Señorío de Villena, que obtuvo en la Navidad de 1283. 4. Adelantamiento de Murcia, desde 1284 hasta 1339. La importancia de estos dominios le había permitido incluso tener una pequeña Corte, similar a la de los reyes de Aragón y de Castilla, con Cancillería propia. Este inmenso patrimonio, acumulado a lo largo de una centuria por don Juan Manuel y su padre, se dispersó pocos años después de su muerte, pues su hijo, Fernando Manuel, murió dejando sólo una hija como heredera.

    Obras de ~: Crónica abreviada, c. 1325; Libro de la caza, c. 1325-1326; Libro del caballero y del escudero, c. 1326-1328; Libro de los estados, 1330; El conde Lucanor, 1335; Libro infinido, c. 1336-1337; Tratado de la Asunción de la Virgen María, post. 1335; Libro de las armas, post. 1337; Obra Completa I y II, ed. J. M. Blecua, Madrid, Gredos, 1982-1983.

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    Juan Manuel de Castilla y de Saboya, llamado el Infante don Juan Manuel, título de cortesía que se daba a los hijos de Infante y de Infanta, fue Señor de Villena, Príncipe de Villena por Jaime I de Aragón, y después Duque de Villena. Poseyó tantos Señoríos, que podía recorrer toda Castilla descansando cada noche en uno de ellos. También fue Señor de Alarcón, como mayorazgo, Señor de Peñafiel, Escalona, Cartagena y Lorca; Mayordomo Mayor de Fernando IV el Emplazado, Adelantado Mayor del Reino de Murcia, Adelantado Mayor de la Frontera de Andalucía, tutor de su sobrino don Alfonso XI y Regente del Reino.

    Nació en Escalona (Toledo) el 5 de mayo de 1282 y murió en Cordoba en los primeros meses de 1348.

    Casó tres veces: la primera, el 29 de Noviembre de 1299 o 1300, con la Infanta de Mallorca doña Isabel de Aragón (hija del Rey don Jaime II de Mallorca, hijo a su vez, de don Jaime I y de la Princesa Esclaramunda de Fox, hija de Rojer, cuarto Conde de Fox). Dicha señora murió si sucesión en 1301. La segunda vez casó con la Infanta de Aragón doña Constanza (hermana de doña Isabel, Emperatriz de Alemania, casada con Federico III el Hermoso, e hijas ambas de don Jaime II de Aragón y doña Blanca de Anjou, hija, a su vez, de Carlos II de Nápoles). El matrimonio se verificó en Játiva (Valencia), en 1312. La infanta murió el 19 de Agosto de 1327. Las terceras nupcias las efectuó Juan Manuel en 1329 con doña Blanca de la Cerda y de Lara, heredera de los Señoríos de Lara y de Vizcaya, fallecida en 1347 (hija de Fernando de la Cerda, titulado Infante de Castilla, y de doña Juana de Lara, Señora de Lara, viuda del Infante Enrique de Castilla). Del segundo matrimonio fueron hijos dos varones muertos en la infancia y una hija llamada doña Beatriz, a los cuales nunca citó Juan Manuel.

    La hija mayor se llamó Constanza Manuel de Castilla y de Aragón, casada el 28 de Noviembre de 1325 con el Rey don Alfonso XI, que en 1327 la encerró en un Castillo de Toro, y en 1329 anuló el matrimonio no consumado, casándose con la Infanta doña María de Portugal. Doña Constanza casó por segunda vez en 1340 con don Pedro, Infante heredero de la corona portuguesa, por lo que su esposa fue después Reina de Portugal, a donde llevó como doncella de su corte a doña Inés de Castro, " Cuello de garza", hija bastarda de Pedro Fernández, Señor de Lemos. Hijos de este segundo matrimonio de doña Constanza con don Pedro I de Portugal, fueron:

    - Fernando I, Rey de Portugal, muerto en 1383 y casado con doña Leonor Téllez de Meneses, a la que hizo madre de Miguel, que murió niño y Beatriz, Reina de Portugal en 1383, casada con el Rey don Juan I de Castilla, sin sucesión.

    - El Infante don Dionís

    - María, mujer del Infante Fernando de Aragón, sin hijos.

    Del tercer matrimonio en 1329 del Infante don Juan Manuel con doña Blanca de la Cerda y de Lara, fueron hijos:

    - Fernando Manuel, Señor de Villena, muerto en 1350, fue Rey de Rumanía, por su enlace con doña Juana de Aragón y de Anjou (hija del Infante Ramón Berenguer, Conde de Prades y de Ampuria, y de doña Blanca, llamada de Tarento). Le sucedió su hija Blanca Manuel de Castilla y de Aragón, Señora de Villena, que murió sin casar en 1361, por lo que vino a sucederle su tía carnal, hermana de su padre, Juana Manuel.

    - Juana Manuel, Señora de Villena, que en 1350, a los 11 años, casó contra la voluntad de su hermano Fernando Manuel, con el Bastardo de Castilla, don Enrique, Conde de Trastamara (hijo de Alfonso XI y de doña Leonor de Guzmán y Ponce de León).

    Tuvo D. Juan Manuel otros hijos fuera de matrimonio con una dama noble llamada Inés de Castañeda. Poco se sabe de esta persona pero es notorio que tuvo dos hijos al menos con ella: D. Sancho Manuel y D. Enrique Manuel. Estos hijos fueron reconocidos por Don Juan Manuel, apareciendo como hijos legítimos en los tratados de la época y siendo considerados por sus hermanas, ambas reinas, como hermanos legítimos también, llegando a acompañar a su hermana Constanza a Portugal a sus desposorios con D. Pedro I. Éste le concedería a D. Enrique los títulos de Conde de Cea, de Sintra y el Señorío de Cascais.

    De don Juan Manuel quedan varios sellos, todos con la mano-ala y el león dispuestos en un campo circular cuartelado, que a veces se usa como reverso de una imagen ecuestre con idénticas armas. Especialmente interesante es el de 1339: en cada cuartel se añade una cruceta ensanchada o patée, otra igual hay en el campo del sello, ante la cabeza del jinete. Estas cruces deben ser de la Orden de San Juan. Hay ejemplos antiguos de su colocación dentro del escudo, pero es curiosa la repetición en cada cuartel. Doña Constanza de Aragón, segunda esposa de don Juan Manuel, tenía en 1326 un sello lobulado igual al de su homónima, esposa del infante. Otra doña Constanza, hija del primer matrimonio de don Juan Manuel con doña Constanza de Aragón (hija de Jaime II), tenía también un sello lobulado en 1346; en el campo central, las quinas de su marido, el infante don Pedro de Portugal; en el lóbulo superior, la mano-ala, en el inferior el león y en las laterales escudetes de Aragón. En el Muséu do Carmo, de Lisboa, está el sepulcro del hijo de ambos, Fernando I de Portugal, con escudos de armas de Portugal y de Manuel. Allí mismo hay otro, con escudos borrados; que se atribuye a su madre, doña Constanza, pero la estatua yacente es de un hombre barbado. Una dama, con las armas de Portugal en el centro del frente de la urna y las de Manuel a ambos lados, está sepultada en la girola de la catedral de Lisboa.

    Del hijo natural de don Juan Manuel, don Enrique, conde de Ceia y de Montealegre, en Portugal, conocemos sus armas por el sello de su hijo don Pedro Manuel, conde de Montealegre, señor de Meneses. En su sepulcro de Peñafiel, desgraciadamente mutilado, se le representa revestido de su cota de armas, con el collar del Toisón de oro. De esta rama queda también recuerdo heráldico en el sello del concejo de Villalón de Campos, en 1327, que lleva las armas de Manuel. Las armas de doña María Manuel señora de Montealegre, con las de su marido, don Lorenzo Suárez de Figueroa, primer conde de Feria, vénse en labras del siglo XV en los castillos de Feria y Nogales y en el alcázar de Zafra. En el monasterio de Fresdeval estaban también las armas tan repetidas en el sepulcro, del año 1504, de doña Sancha Manuel y su marido, don Juan Sarmiento, señores del castillo de Ubierna. Ya en la Edad Moderna, las armas de don Juan Manuel señor de Cevico de la Torre y de Belmonte de Campos, están en su sitial del capítulo de la Orden del Toisón de Oro en el coro de la catedral de Barcelona. Son las conocidas, con un brazo armado por cimera, tomado del primer cuartel. Aunque casi todos estos escudos fueron repintados, haremos notar que los leones en estas armas siguen siendo de púrpura muy oscura, pero en los cuarteles de León en las armas del emperador son de gules.

    Don Juan Manuel - Señor de Ágreda, Escalona, Roa, Santaolalla, Cuéllar, Peñafiel y de las cuatro villas del Infantado, Adelantado Mayor de Murcia y demás estados que fueron de su padre, caballero de mucho valor y de mayor reputación y uno de los más poderosos señores que tuvo España en aquellos tiempos, pues además de los estados que heredó de su padre le dio el Rey Don Alfonso el Sabio, su tío, a Villena y Alarcón; el Rey Don Sancho IV, su primo, la ciudad de Chinchilla, el castillo de Garcimuñoz y la villa de Almansa; el Rey Don Fernando IV, su sobrino le hizo su Mayordomo Mayor, y el Rey Don Alfonso II de Valencia y IV de Aragón, le hizo merced de la ciudad de Albarracín y título de Príncipe de Villena, como refiere Zurita, que después le confirmó el Rey Don Pedro IV de Aragón en 15 de marzo de 1336.

    A la grandeza de tan ricos estados se añadía lo real de su sangre: nieto de un rey de Castilla y hermano de un rey de Aragón; suegro de un rey de Castilla y de un rey de Portugal. con lo que era respetado y temido de muchos; siendo el árbitro de las Coronas y el que se llevaba tras sí todos los ricoshombres de Castilla. Aragón y Portugal en las ocasiones de guerras, ya por su poder o ya por ser aquéllos de su sangre y casa, como le sucedió cuando disgustado con el Rey Don Alfonso XI de Castilla por haberse desposado con su hija Doña Constanza Manuel, y sin haber consumado el matrimonio se casó con hija del Rey Alfonso IV de Portugal y le notificó cruel guerra, desnaturalizándose de su vasallaje, a quien siguieron la mayor parte de los señores de Castilla, del bando de Don Juan Núñez de Lara, el Prior de San Juan y muchas ciudades y villas, obispos y prelados, que seguían la voz y queja de Don Juan Manuel, y también de Aragón vinieron a favorecerle Don Jaime, Señor de Jérica y su hermano Don Pedro, talando las tierras de Requena y, por la Andalucía, el Rey de Granada hizo lo mismo, con que se comenzaron unas civiles guerras que amenazaban desdichados fines si el Rey Don Alfonso IV de Aragón no mediara con dos embajadas al de Castilla; con que se dio alguna satisfacción a Don Juan, sacando de la prisión a Doña Constanza Manuel, que la tenía presa en el castillo y alcázar de la ciudad de Toro, permitiendo tuviera la ciudad por cárcel, quedándose Don Juan Manuel con la villa y castillo de Lorca por tenerla en rehenes de no haberse efectuado el casamiento de su hija. Y porque entrara Don Juan en la liga que habían hecho el Rey de Aragón y el de Castilla contra los moros, el castellano le pagó todos los maravedises que se le debían de la renta que le respondían las arcas reales de por vida, que era una cantidad considerable; juzgando los Reyes que sin Don Juan Manuel y los de su parcialidad no se podría hacer libremente la guerra al Rey de Granada.

    En el año 1334 se volvieron a revolver las quejas de Don Juan Manuel contra el Rey de Castilla y comenzaron de nuevo las hostilidades en el Reino de Toledo, y Don Juan, para justificar las razones que tenía, vino a Castielfabib, donde habiéndose visto con el Rey Don Alfonso IV de Aragón, ofreció reducir a Don Juan Núñez de Lara, Señor de Vizcaya y a Don Juan Alonso de Haro, Señor de los Cameros y que nombrasen por árbitro al mismo Rey de Aragón. Entonces el Rey Don Alfonso, atendiendo a que Don Juan Manuel era de la Casa Real de Castilla y su cuñado, pues había estado casado con Doña Constanza, su hermana. le dio título de Príncipe de Villena ordenando que aquella villa y otros lugares que Don Juan tenía, que se incluían dentro de los límites del Reino de Valencia, se llamasen Principado y sus herederos Príncipes de Villena, como consta de la data del real privilegio dado en Castielfabib, en 7 de marzo de 1334, según refiere Zurita. Y Don Juan para mostrar el vasallaje que debía a los Reyes de Aragón otorgó la carta siguiente:

    Sepan cuantos esta carta vieren, como yo, Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, Adelantado de la Frontera y del Reino de Murcia, otorgo e conosco que como quier que vos el muy alto e muy noble señor Don Alfonso, por la Gracia de Dios, Rey de Aragón, me habedes fecho honra e gracia que me pudiese llamart, e sea de aqui adelante, Príncipe de Villena e de la otra tierra que yo he en el vuestro señorío; que magüer vos esta gracia me fecistes, que yo ni ninguno de los que de mi vengan non fagamos nin mandemos, nin podamos facer ninguna moneda en la dicha nuestra tierra del vuestro señorío. E por que esto sea firme e no venga en dubda, mande ende dar esta carta, sellada con mi sello de cera colgado, que fue dada en Castelfabib, a 7 dias de Marzo, Era de César 1372 años, que corresponde al año del Nacimiento de Cristo, el de 1334».

    En el de 1336, habiendo tratado Don Juan Manuel, Príncipe de Villena el casamiento de su hija Doña Constanza con el Infante Don Pedro que fue Rey de Portugal, y contradiciendo el Rey de Castilla con mandarla detener en la ciudad de Toro con guardas de vista, se revolvieron otra vez las guerras civiles, declarándose por parciales del Príncipe de Villena, Don Juan Núñez de Lara, Don Pedro Fernández de Castro, Don Juan Alonso de Alburquerque, Don Gonzalo, Señor de Aguilar, Don Alfonso Téllez de Haro, Señores de los Cameros y todos los grandes de su bando, con la mayor parte de los prelados de Castilla a los cuales se agregó el Rey Don Pedro de Aragón, ofreciendo asistir a Don Juan Manuel, así por ser su vasallo como porque le importaba tener divertido al Rey con estas turbaciones y a Don Juan Manuel, mas obligado, le hizo ofrecimiento que por diez años le sustentaría la Guerra contra Castilla y le confirmó de nuevo el título de Príncipe de Villena, como consta del privilegio dado en Zaragoza a 15 de marzo de 1337, que refiere Zurita.

    Aunque era grande la razón que tenía Don Juan contra el Rey de Castilla por el repudio de su hija y por los malos tratamientos que con ella se usaban, tenía otra mayor que era lo que el Rey, enajenaba su patrimonio, enriqueciendo a los hijos bastardos que tenía de Doña Leonor de Guzmán, en grave daño del Infante Don Pedro su primogénito, jurado Príncipe, y así con este justo pretexto le seguían todos para sacar al Rey del cautiverio en que le tenían los halagos de esta dama y poner en libertad a Castilla, con que se aseguraba la Corona a quien amenazaban los moros de Marruecos con las grandes prevenciones que hacían para entrar otra vez en España. Y así, el Rey Don Pedro de Aragón, conociendo lo que al Rey de Castilla importaba ser amigo de Don Juan Manuel, así por ser de su sangre como por ser príncipe poderoso y de gran séquito dispuso hacer las paces, advirtiendo que Don Juan era vasallo de la Corona de Aragón y su deudo, que el Infante Don Pedro deseaba casar con hija de Don Juan y que tenerla presa y detenida era irritar a las dos Coronas de Aragón y Portugal, para que las armas hiciesen hacer lo que negaba la cólera, abriendo la puerta a los moros para daño de la Cristiandad.

    Vencido de estas persuasiones, el Rey de Castilla perdonó a Don Juan y se aquietaron ambos, entregando a Doña Constanza, que su padre llevó a Lisboa, y se hizo el casamiento el año 1338.

    Y en el siguiente, Don Juan Manuel, Don Juan Núñez de Lara y todos los señores de su bando acompañaron al Rey a la empresa de Antequera y Ronda, sirviéndole con mucha gente de caballos, conducida a su propia costa.

    En el año 1347, entendiendo el Príncipe de Villena la confederación que el Rey Don Alfonso XI de Castilla trataba con los moros de Marruecos y Granada, y que se cautelaban de él, no llamándole a las Juntas y al Consejo de Guerra, como solían en todos los negocios, por temer que, siendo deudo y vasallo del Rey de Aragón, contra quien se tramaba esta liga, en sabiéndolo daría noticias al Rey Don Pedro, con que huían de su comunicación, pero tuvo el Príncipe de tal maña que, guardando secreto al que se lo comunicó con título del casamiento de su hijo, dio aviso al Rey de Aragón, ofreciéndole ayudar con dos mil caballos y veinte mil infantes, como refiere Zurita, ofrecimiento que manifiesta cuan poderoso era este Príncipe. Pagóselo el Rey con darle a su hijo los castillos de Navarrés y Quesa, en este Reino de Valencia.

    Protagonista destacado de la vida política de su época y eminente hombre de letras, el Príncipe Don Juan Manuel fue la figura dominante de la prosa castellana del siglo XIV. Al heredar de su padre el gran Señorío de Villena, recibiendo los títulos de Príncipe, Señor y Duque de Villena. El Príncipe mostró cierta predilección por esta tierra, donde residió temporalmente, quizá atraído por su riqueza cinegética alabada por él en sus escritos.

    Esta preferencia se tradujo además en la concesión de privilegios para los pobladores villenenses. Comenzó a intervenir desde temprana edad en la vida política, pues niño aún, luchó contra los musulmanes al lado del rey Sancho IV.

    Durante los reinados de Fernando IV y Alfonso XI Don Juan Manuel participó de manera destacada en las intrigas y luchas que caracterizaron la escena política castellana de la época, llegando incluso a aspirar al trono.

    De manera paralela durante sus largas estancias en su castillo de Peñafiel (Valladolid), Don Juan Manuel desarrolló una intensa actividad literaria que lo convirtió en el arquetipo de una aristocracia que desde el siglo XIV comenzó a interesarse en el cultivo de las letras, hasta ese momento restringido al clero.

    Así pues, fue uno de los primeros autores que mostró conciencia y orgullo de escritor y su extensa obra, de gran interés por la precisión en el empleo del idioma y por la información que contiene sobre la sociedad de su tiempo, se orientó hacia un propósito didáctico y moralizante.

    Entre sus obras podemos destacar el "Libro de la Caza", "Libro de los Estados" o "El Conde Lucanor". Durante sus últimos años el Príncipe Don Juan Manuel abandonó la vida pública y se dedicó al estudio y a la meditación religiosa.

    Fue el mas grande de los literatos de su tiempo, y en política se significó siguiendo la tradición iniciada por su padre don Manuel, por luchar en contra del poder Real.

    Don Juan Manuel, que escribió parte de su obra literaria en el Castillo de Alarcón (Cuenca), hoy Parador Nacional de Alarcón, (en el que se conserva el escudo Manuel de Villena) incluye el poderoso territorio de Alarcón en el muy extenso Estado de Villena, que en el siglo XV pasará a ser marquesado. Alarcón se vio envuelto en la turbulenta guerra entre Isabel la Católica y don Juan Pacheco, que se resolvió con la rendición de don Diego López Pacheco, segundo marqués de Villena e hijo del mencionado don Juan. Despojada casi absolutamente de su alfoz, la villa de Alarcón fue una de las cuatro que quedaron en poder del marqués.

    La Plaza del Infante don Juan Manuel, en Alarcón, está situada en el punto más alto de la peña en que se asienta la villa y compuesta por elementos típicos representativos: Ayuntamiento, Iglesia, Casa Palacio y el Pósito. Es de forma rectangular y la abertura de las calles ofrece un bonito encuadre paisajístico por la altura del emplazamiento y la inexistencia de edificaciones que cierren la vista.

    En las siguientes imágenes se puede ver la Iglesia del Convento de San Pablo, con su monumento funerario e inscripción y unos paneles descriptivos.

    Iglesia_del_Convento_de_San_Pablo.jpg

    Cenotafio e inscripción de D. Juan Manuel

    Paneles descriptivos de D. Juan Manuel

    Paneles descriptivos de D. Juan Manuel

     Sources

      Photos and archival records

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     Family Tree Preview

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    sosa x Fernando III el Santo rey de Castilla y León, Rey de Castilla 1199-1252
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    sosa x Beatriz de Suábia 1198-1235
     sosa x Amadeo IV conde de Saboya 1197-1253 sosa x Cecilia de Baux 1200-
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    sosa x Manuel infante de Castilla, Infante de Castilla y León 1234-1283 sosa x Beatriz de Saboya y de Baux Orange 1250-1292
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    sosa x Juan Manuel príncipe de Villena, Príncipe de Villena 1282-1348